Vino un día de entre la hierba.
Se acercó a mí, me habló por mi nombre.
Y desde entonces me seguía.
Conocía a un chico que se parecía a mí, y yo imaginé una vez a alguien como ella.
Y yo una vez dejé ir a alguien como ella.
Y siempre me respondía con la verdad. Y las palabras a veces se sienten como navajas.
Y a veces uno traga dolores por personas.
Nunca escriben historias de personas aburridas como nosotros.
Nosotros escribimos nuestras propias historias y las adornamos.
Dijo que no podría seguirme, que moriría en su ciudad. Ese bosque de edificios la había engullido, la había hecho suya, aunque ella no hació ahí.
Por las noches salía a cazar y me contaba en metáforas sobre las pesonas que consumía.
Me contaba de las personas que después la descartaban porque querían "algo más". Nosotros no éramos suficientes para unos estándares artificiales.
Tenía otra amiga que confundía siempre mis traumas. Ella creía que yo seguía pensando en personas que decidieron irse por su propio pie. Que les vaya bien.
Recibí un maletín. Aparentemente vacío. Sólo contenía postales.
Quiso que me quedara con los pocos recuerdos buenos que ella forjó del mundo.
Nacimos en un tiempo equivocado.
Vino de entre la hierba y me habló por mi nombre, me lo dijo al oído.
Tomó mi mano y me entregó algo y la cerró.
Tallé su nombre en mi pierna, tallé profundo.
La escucho en el viento, la veo en las hojas, la pruebo en el agua.
abril 26, 2014
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