Parece como si no lo entendieras.
Haces que me duela el estómago.
Se llenan mis oídos con tus gritos dolientes.
La daga se ha roto, ya no tendré manera de hacerte sentir así.
Se oxida la navaja. Mis manos pierden fuerza.
Pierden filo mis dientes.
Fluye el medicamento azul. No me dejes conectado.
Eso no es vivir, no quiero quedar así, dependiendo de un ventilador para respirar.
Y háganlo antes de que mis órganos buenos se pudran.
Tú sigues seria, callada, ingiriendo tus alimentos. Sólo intercambiamos miradas esta mañana.
Sonríes a medias, con sinceridad. Te vas a trabajar.
Yo me quedo porque es mi día libre.
El día sabe a aire caliente, reseco.
Me despierto acostado en los azulejos del comedor. Otra vez hay ropa interior de mujer que no es tuya en el baño. Le vuelvo a hablar al espejo pero no me responde. Me siento cansado y con hambre.
Salgo y quiero ir a visitarte en tu hora de comida. Me visto y encuentro su tarjeta con el mismo teléfono que no reconocía de una llamada perdida.
Vuelvo en mí y ya te comiste la mitad del emparedado. Me duele la mano derecha.
Me culpas porque te convertiste en alguien posesiva.
Vuelvo en mí y tu cabello es rubio, y recuerdo que siempre ha sido así y ya no estás reclamándome nada.
Vuelvo en mí con tus labios en los míos, no sé que dije pero usas la palabra amor en una frase.
Le hablo al espejo pero no me contesta.
Termina tu hora de la comida y me sonríes como en la mañana. La rutina nos ha devorado, porque le permitimos que nos hospedara en sus fauces, me siento seguro sabiendo que tengo muy poco control sobre mi vida.
En la noche de tu cumpleaños te veo en el baño recitando disculpas. Tocas el espejo y escondes una carta.
Le hablas pero no te responde. Sonrío. Te entiendo pero tú no del todo a mí. Él es más fuerte que ella. Él es más fuerte que tú.
Vuelvo en mí, estás encima, sabes a sal, me compartes tu calor.
Hueles a óxido. Y yo a coco.
Le hablo al espejo, y ella me responde.
No hay comentarios. :
Publicar un comentario