Últimamente no soy lo que me veo, sino lo que tengo, lo que sé.
Soy lo que hago, y hago muy poco.
Quiero poco, aspiro a, seguir con esta rutina hasta que no pueda más.
Ya me acostumbré a caminar solo.
Lo más probable es que rechace estar con alguien.
El subconciente no está de acuerdo.
Pero mi deseo conciente es no hacerlo.
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Aún, hay estímulo externo,
y, aparente voluntad ajena. Iniciativa le podríamos llamar.
Entro en renuencia. ¿De qué me sirve esa energía?
Otro callejón sin salida,
otro ataúd de 2 toneladas a 200 kilómetros por hora.
Deslizo las manos en el agua fría, me sigue saliendo sangre de la boca.
Se va derritiendo la piel, surgen los cuernos,
surgen los colmillos,
las garras sujetan fuertemente la carne hasta exprimirla,
arrancarla,
un desgarre, un estruendo, un grito,
músculo y tejidos expuestos, salpican la cara,
esta es la inocencia que consumo,
hada de otro cuento, que vino a caer aquí,
al campo de algodón, donde me exiliaron,
donde no tengo de qué alimentarme,
donde uso mis poderes para replicarme y canibalizar.
He, hemos, ido más allá de los conceptos humanos de perversión.
Autodestrucción.
Todo lo que se han hecho ellos, nos lo hemos hecho entre nosotros.
Mente de enjambre, no sé si soy el original, pero soy el que queda.
Me comí al último clon que quedaba.
Me aburrí.
Entré en letargo al aburrirme de emular tantos ciclos humanos.
Luego llegó esa luz.
Y mi primer impulso fue querer tenerla, para lastimarla, para extinguirla.
Y así hice el primer momento, en la primera oportunidad.
La tomé de la cintura y hundí las garras.
Y la atravesé con mi lengua, y con todos los huesos que se me salían, que quisieron quebrarse y rasgar mi piel
para salir y hundirse en ella, y perforarla. Se proyectaron mis huesos como púas afiladas.
Entraban y salían violentamente.
La atravesé y clavé en el suelo, cada vez salpicando menos sangre.
Perdí la noción del tiempo. Anocheció. Amaneció. Quedó hecha pulpa.
Un charco de carne molida húmeda, con astillas de huesos y restos de tejidos de órganos reventados, irreconocibles.
Eso no me sirve, no me lo voy a comer, solamente quería que dejara de existir.
El algodón tampoco se nutrirá de su sangre ni de sus vísceras.
¿A quién se le ocurre mandarme un ser de luz?
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Estoy cansado.
Estoy cansado de sentir. De creer. De imaginar.
Los fines de semana escapo de tu cuidado, y encuentro manera y lugar para hacerme daño.
Hacerme daño que se va acumulando.
De lunes a viernes,
Logro vencer el impulso, absorbiéndolo, consumiendo, tomando una decisión antes que
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el deseo se convierta en manía otra vez.
Como la vez pasada, como la anterior, como la anterior a esa.
Como te dije,
no les sirve saber, por eso no les cuento.
Estoy bien, todo está bien. Solamente que me gusta alguien, y estoy destruyendo eso que finge ser un sentimiento.
No me sirve, pues no es correspondido.
Simple conclusión, como simple es lo que siento.
Me hago daño con café, o con cerveza, porque no sé de qué otra manera lidiar con eso.
Comiendo dos paquetes de Oreo en un solo día.
Se acumula con desvelos, con saltarme comidas sin que se den cuenta,
o sí lo notan.
Pero qué bueno que ya no me preguntan.
Sólo tengo que contener esto hasta que se disuelva, hasta que llegue la siguiente.
La siguiente que use de pretexto para lastimarme.
También cae en egoísmo, pues,
Este problema es mío, no se los comparto.
¿Has oído esa frase, "No eres tú, soy yo"?
Pues así, quisiera decirle.
Para que me deje de hablar, para que ya no sea amable conmigo.
Para que solamente tengamos una relación profesional.
Sin gestos que puedan llegar a malinterpretarse. Que pueda yo llegar a malinterpretar.
Nada personal.
Y nada personal contra ella.
Aquí el del daño soy yo.
¿De qué te sirve saberlo? De nada.
Tal vez después-
Quisiera decirle y que no cambie nada,
pero,
invariablemente sucede.
Por eso dejo este cuchillo en su estuche. Lo guardo.
Y me voy olvidando que existe.
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