En el tiempo de Garlër, el cronófago.
Parte II de V.
Hueco.
Hay fuego corriendo por mis venas.
Hay demasiada energía en mi cerebro y hace que me duela la cabeza.
No tengo algo para decirte.
No es que te ignore. Llevo ya muchos milenios debatiendo esto, y siempre llego a las mismas conclusiones porque con quien discuto, se muere. De aburrimiento, o de inhanición, o de viejo. De alguna de esas enfermedades nuevas que diseñan en laboratorios clubes que terminan con las civilizaciones que están debajo una de la otra.
Y tú crees que esta esa la primera vez que "humanos" han poblado la tierra. El universo está en un bostezo. La tierra tiene demasiadas cicatrices. Se separan los continentes y se vuelven a unir.
Sólo sonrío porque nadie me necesita y me podría morir en cualquier momento y no importaría.
Estoy muy contento.
Esta vida que lleva es muy fácil, no sé por qué querría cambiarla.
Los dedos se muerden solos como fingiendo dislexia.
No se me ha olvidado como escribir, sólo, no quiero hacerlo.
Los cuchillos que tragué hace dos guerras siguen ahí, en mi estómago... No se han disuelto ni se mueven de lugar.
Junto las manos, al separarlas creo un vacío y no pueden respirar. Los pulmones se contraen, se pegan dentro de sí.
Es que, si no lo entendiste a la primera, no lo vas a entender así lo leas mil veces.
Sólo sonríe junto conmigo, vamos, no te lo ordeno, te lo sugiero.
La vida es corta y no tiene significado, no quieras darle uno, te vas a equivocar.
Pero no por eso quieras hacérsela difícil a otros, ellos no tienen la culpa de que tú seas infeliz.
Y si la tienen, entonces sí mátalos, o mata a sus hijos, o a sus seres queridos.
Sé libre de todo ese rencor y resentimiento que te tiene anclado a una vida material, abajo en el fango, pensando en el dinero y en el tiempo perdido y en todas las cosas que no tienes y en todo el amor que no recibes.
Te mientes.
Si te enojas por algo que yo hago, no es mi culpa, no lo supiste aceptar.
Sé libre, haz todo eso que quieras hacer para sentirte bien, para liberarte de anclas y retenes mentales.
O ¿me estoy equivocando de persona? Quizás sí lo hago.
Quizás ya eres libre de toda esa humanidad que pesa y que te haría sentir envidia por el éxito ajeno.
Es que no te crees capaz. Pero lo eres, aunque no quieres serlo tampoco. Bueno, allá tú.
Quizá te faltan brazos o piernas o un pulmón o riñón y entonces no serías capaz.
Aunque sí he visto a personas mutiladas pretendiendo ser felices.
Ellos al menos lo pretenden.
Te dije que estoy contento. Me siguen sangrando las muñecas. El cuerpo necesitará más puntadas.
Todo es en metáfora, excepto lo que no lo es.
Cuando éramos niños, nos abrieron la carne, y nos grabaron runas en los huesos con cinceles. Siempre los detesté.
Cuando nos recuperamos, tomé esos mismos cinceles y se los clavé en los ojos. No a los que lo hicieron, sino a los que lo ordenaron, nuestros padres.
Decían que era por protección. Y tenían razón, porque no pudieron evitar sus muertes. Nos dieron un regalo y ahora sólo crezco un año cada tantos cientos.
Dejé ir esos resentimientos al ejecutar mi venganza. Apliqué justicia violentamente a través de cráneos, como era la ley en ese entonces. Y no me juzgaron por ser un niño. De verdad, me sentí ligero, e incluso volví a sonreír. Ya no tenía pesadillas, y los dejé ir.
Y mi hermano me hizo olvidar su destino, dijo que sería más seguro. Y tenía razón también.
Sólo nos dejamos regalos en el centro del valle laberinto cada cierto tiempo. Regalos de cumpleaños. Hasta que dejamos de hacerlo, todo fue por la guerra.
Y luego vino la arena. Y luego vino el agua. Y luego vino el pavimento.
Y luego se repitió otra vez, pero con otro nombre. Llamaban al mesías de ese tiempo con otro nombre.
Y ahora lo llaman por uno nuevo más.
Y así por milenios ha sido.
Y mientras consumía doncellas, noté que las que no eran vírgenes sabían un poco diferente de su sangre. Pero la virgnidad en estos casos no se refiere a que los cuerpos sean usados, sino los caminos que ha tomado la mente. Todo eso va moldeando el alma y la convierte en una fábrica de sabores que terminan en los flujos interiores, esos de color rojo.
Uno da tanto de sí mismo, que llega a quedar hueco. Y se llena con otras cosas, que quizás no sean lo más recomendable tener, pero de que llenan el espacio, lo hacen, exitosamente.
Hasta que encuentra cosas o personas o actividades que lo llenan de verdad. Entonces a veces es difícil desprenderse de las cosas dañinas que uno ya tiene porque ocupan el espacio, y es muy cómodo no actuar, quedarse así. Así he hecho, me atevo a decir: hemos hecho. Me llené de cosas que no me servían, pero que llenaban ciertamente. Luego se caían, porque se descomponían, o no encajaban bien, o lastimaban más que lo que aliviaban. Luego encontramos cosas buenas, que sí acepté. Luego también las dejé ir. Dejé ir cosas buenas para cambiarlas por no tan buenas. Porque sigo aprendiendo. No puedo saber lo que quiero si no conozco lo que no quiero. No puedo ser feliz si no conozco la tristeza. No puedo querer estar bien si no sé lo que es estar bien. Sigue siendo un río de entrañas. Un ciclo de agua que consumo, que exhalo, que me convierto en arena y viajo de playa en playa por el mundo.
Obviamente, Naemï, no te vamos a contar toda nuestra historia de una sola vez. Seguiré canalizándome dentro de ti como hizo Arkhenyz aquella vez. También el futuro te lo relataré por partes, para que digieras el terror, y puedas tener mejores pesadillas.
Fin de la parte II.
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