8.- Introversión.
A veces pienso que es una discapacidad. Porque yo sí
la llamo así. Lo afirmo. Una capacidad social se bloquea.
La interacción con otras personas a veces es
incómoda, desconcertante, hasta molesta. Puedo hacerlo, pero si tengo la
opción, no voy a hacerlo.
El impulso viene y se va, tengo que hacerme a la idea
de que haré algo en público o afuera para prepararme mentalmente para hacerlo.
Pero no pensarlo demasiado porque eso genera nerviosismo.
Sí, me complico yo solo, lo sé, me doy cuenta. Pero
me es muy difícil cambiar este comportamiento tan arraigado. Y no es cuestión
de comodidad, porque lo más cómodo sería no hacer nada, marchitarme y dejarme
morir. Pero aquí me tienes porque algún día deseé tener cosas, y debo hacer
para tener.
Evitar improvisar porque me veo en situaciones que no
había pensado, y mi mente estaba antes en otros 10 lugares diferentes: Eso no
ayuda en la vida “real”.
Evitar planear demasiado porque se acumula tensión y
cuando algo no resulta de acuerdo al plan me enoja, y ya no quiero pensar más,
sólo que termine lo que está pasando. Que suceda lo que tiene que suceder.
Que llegue el viernes, o sábado, o fin de semana, o
el día de descanso, y dejar de pensar.
Esta pandemia desde 2019 fue un regalo inesperado
para todos nosotros, los que casi no salimos.
Nuestras vidas no cambiaron mucho en ese aspecto.
Yo ya compraba por internet.
Ya me quedaba en casa, a jugar, ver series, dormir,
embriagarme, deprimirme.
No voy al cine.
No voy al teatro.
Ya no salgo al parque.
Sólo voy a comprar despensa, pero eso no se detuvo,
sólo hubo restricciones, menos gente en los lugares.
De casa al trabajo. Del trabajo a la casa. De casa a
la tienda, a comprar comida, y de regreso.
Ya me enfermé dos veces y no me gusta ir al médico.
No me gusta tomar pastillas, porque no sé hacerlo,
siempre las trituro.
¿Para quién es esto? Para nadie.
Un amigo me va a presentar a una de sus amigas. No sé
por qué. No sé para qué. Tengo claro que no quiero estar con alguien, porque no
sirvo para eso. Pero, por lo que veo, no me creen. No me ven tan dañado como yo
me veo, quizá por eso.
El egoísmo está de vacaciones en la introversión,
desde siempre, desde que me di cuenta que no tengo la espontaneidad de
compartir o dar lo que tengo. No sin una razón, como muchas personas que he
conocido.
No soy muy
egoísta, ni soy un poco egoísta. Soy
egoísta y punto. Es un solo nivel.
¿Qué bien le podría hacer yo a esta chica, en el
supuesto de que quisiera pasar tiempo conmigo? Creo que lo mejor es que no nos
involucremos, por el riesgo de que sí pase a más, pero después de un tiempo
todo termine hecho pedazos en llamas. Le evito todo eso con un “No, gracias. “.
Por desgracia, en el ámbito laboral, no puedo
tramitar incapacidad por mis impedimentos mentales para relacionarme
socialmente con personas nuevas, todavía. En un futuro no tan lejano quizá se
pueda, pero para entonces, yo creo, que ya dejé de trabajar y estaré recluido,
en mi cuarto, en mi casa, saliendo poco, interactuando poco. Siendo aún menos,
como cada año.
Ojalá fuera miedo, pero no lo es. Ojalá se quitara
con pastillas. De eso último no estoy seguro.
Otro ejemplo:
Cuando dicen “conocer personas nuevas”, hay quienes
se emocionan. Yo no, nosotros no.
¿Conocer personas nuevas? ¿Para qué? Así estoy bien.
Ya conozco suficientes personas, y a veces no les hago caso por días o semanas,
ni ellos a mí. Y no es algo que intente justificar de mí, o culparlos a ellos,
sino que, es algo que sucede, y estamos bien cuando nos volvemos a comunicar.
Lo que quiero decir es que no veo el caso en tener
más personas a quienes voy a tardar dos días en mandar mensaje para decirles
que todo sigue aburridamente estable en mi vida. O no, que mi vida cambió
drásticamente y estoy en aprietos, pero que no pueden hacer nada para ayudarme.
Y que ellos se tarden una semana en contestar el mensaje, lo cual no me molesta;
si en mi vida a veces estoy ocupado, y al terminar el día y llegar a casa sólo
quiero dormir, imagino que es más o menos lo mismo con los demás.
También está el asunto de que habrá cosas que, al
conocerlos, me molestarán. Y lo pensaré un tiempo. Pensaré “¿por qué te
conservo en mi vida? ¿por qué me conservas tú a mí?”. Podría llegar el momento
en que considere una pérdida de tiempo hacer nuevas amistades, porque no se van
a quedar, o los voy a repeler eventualmente por cosas que no me gustan de
ellos.
¿Lo pienso demasiado? Sí, lo pienso demasiado. Lo
pienso demasiado y lo pienso regularmente.
Qué bueno que no soy popular.
Qué bueno que puedo pasar desapercibido (mayormente)
en internet.
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