Se pinta una nonrisa.
Tus buenas intenciones me acarician el oído.
Pero está lejos de curarme lo que entiendo de ti.
Sólo náuseas que no me dejan dormir.
Y no quiero pensar en ti.
Cada noche, un nuevo cuerpo se suma a mi cama.
Cada noche retiro de entre mis dientes lo que antes palpitaba luchando por sobrevivir.
Y están las franjas debajo de los ojos que no ocultan los asesinos.
Recibo el cuchillo con humildad. Lo forjó con su propio fémur.
Solamente puedo asumir el dolor y el compromiso que eso implica.
Las franjas continúan por el cuerpo.
Las vendas poco hacen por ocultar las magulladuras y el maltrato.
"Es que no quiero estar sola" pretexta.
Bien. Haces bien.
Es mejor estar con alguien que te pegue que estar sola.
Bien, así mueres más rápido y dejas de consumir el oxígeno que me corresponde.
Y entonces te sigo yo, me dejo caer del precipicio y a donde no me encuentren hasta pasados dos meses. Y ya para entonces serán irreconocibles los restos.
Pero primero, uno debería arreglar propiamente los asuntos terrenales, mortales, materiales.
La poca materia que he logrado acumular y que a final de cuentas no sirve de nada.
Dejarse morir es fácil, mírame, lo he estado efectuando desde hace dos meses.
Te dije que te contaría.
Después de mucho analizar, concluí que no me despediré.
Un día, simplemente, no me encontrarán.
Me desvaneceré, y entonces entenderán por qué estaba arreglando todos mis asuntos, como si tuviera planeado vivir más años.
Y ojalá no pasen otros 15 años para que lo comprendas.
Había mucho, y me llené las manos, los bolsillos, y la boca.
Y me atraganté, y me raspó la garganta y las fosas nasales.
Y el reclamo rasguñó mi esófago. La verdad quiso salir implacable. Quiso ser escuchada.
Pero en esta circunstancia no les interesa alguien como yo, de verdad como yo.
Así que porto la máscara de alguien que conocí hace mucho tiempo y que falleció de modo absurdo.
Y sobrevivo siendo útil para algún mecanismo que realmente no me importa.
Y no tengo sueños para el futuro.
Y no tengo ambiciones, no aspiro a más.
Y estoy aquí, después de 14 años de bajar los brazos y presumiendo las cicatrices de todas las veces que elegí ser víctima. Porque soy sobreviviente.
Ahora grito hacia adentro donde no hace daño a nadie más sino a mí.
Ahora trato de pensar dos veces antes de quejarme por una situación que yo provoqué.
Trato, sigo practicando eso. Aprendo a la mala, no tengo otra manera, tengo muchas fallas en mi programación.
Por eso aplico el borrado de cuando en cuando. Por eso puedo decirte que me importas, porque es verdad. Pero si dejarte morir sería lo mejor para ti, entonces no hay discusión aquí.
Por eso no te cuento todo. Lo que pienso no te sirve en muchos casos, no te sirve mi antipatía.
No te sirve saber que puedes y deberías prescindir de la gran mayoría de personas que frecuentas.
"Tus amigos me caen mal", me limito a esa frase, y haces bien en ignorarme, mis palabras no deben jamás dictar tu actuar.
Estarías cayendo en un error.
Y entonces sí tendrías razones válidas para odiarte.
Aquí, entre estas paredes y puerta y ventana, que cubrí con partes de mí para sentirme en un ambiente conocido, desde aquí te pienso. No te podré ver.
Aunque prometí que nos conoceríamos en persona, no estoy seguro de poder cumplir mi promesa.
La vida es un juego.
Todo esto es juego.
Lo sabes, ¿verdad?
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