6, El fin


Ishigo Ishimaru, estás mal de la cabeza; imagen 6

mayo 07, 2013

Gris.

Esto no es para ti. 
No es para mí. 
No es para nadie. 
Aunque debería corregir las dobles negaciones. 
Elegiré asumir de manera segura que me entiendes. 
Aunque no lo hagas. 
Se va derritiendo la carne. 
Te ves trastornada. 
La canción es la misma. La influencia se ha determinado. 
No es cuestión de ser críptico aquí. 
No hay más qué decir. No hay más de qué hablar, que no sea el futuro. 
El presente se volvió muy pesado. 
El pasado es inmaterial, intocable, y así se quedará. 
Parece que no te acuerdas. 
Parece que no te importa. 
Simplemente no te acuerdas. 
Y el futuro, es insostenible. 
No es esta una crítica social. 
Suben los precios, muere gente. 
Muere gente, hay más recursos. 
La delincuencia sólo llega a un límite y se empieza a extinguir. 
Y el desempleo baja. 
Sólo que esos procesos tardan mucho, no estás aquí para ver el cambio. 
Te han atravesado la venda de los ojos con un cuchillo. 
Ruegas por más. 
Ese sabor tan peculiar y metálico, es tu propia sangre. Pagaste por ella. 
A mí en cambio se me seca la boca. 
No estoy aquí para decirlo, será en una próxima ocasión. 
Se ha vuelto esta una terrible costumbre, regresar al pasado. 
Hunde el cuchillo, húndelo. Detén el proceso. Detén el reinicio. 
Ya no sabemos lo que sigue después. Me cambiaron la línea de tiempo o la cambié yo. 
Probablemente sí, probablemente si pudiera regresar a cualquiera de esos días interrumpiría mi gestación. violentamente. María ya no tendría otros dos hijos. 
Habría una tragedia "temprano" en la familia pero ellos cinco estarían mejor que nosotros 5. 
Siempre que me hablas de los tiempos antiguos cuando éstas barreras de carne no eran impedimento para destrozarlos con un gesto, me siento identificado, aunque no sé qué más decir, sólo te confirmo que todo se me hace conocido, todo relato se siente natural, como si pertenezco también. Porque lo hago. 
Ahora parece que el ánimo se nos ha encarecido. 
No parece que pertenezco a este mundo. 
Le dije a ella: este mundo es tuyo, no mío, por eso no me quedo. 
Por eso regreso a las estrellas, a donde pertenezco, a ser polvo y ser parte de todo y de nada. 
No te puedo garantizar que me quedaré aquí para ver el final. Para ver lo que sigue siquiera. 
Y no los puedo culpar por seguir aquí, fui yo quien elegí. 
No te puedo asegurar que me quedaré para siempre como cuando te lo juré, en la sombra de ese árbol, y éramos dos, éramos uno. Y a ti no te importaban las diferencias que terminaron por convencerte de que yo no soy suficiente, que ofrezco muy poco. 
Y tienes razón, y siempre que intento ocultarlo, fallo. 
Y quizás, muy quizás, necesito a alguien que necesite tan poco. 
No, el presente se volvió innecesariamente difícil. 
Ahora fluye hematoma tras hematoma autoinflingido ante frustración. 
Ellos siguen preguntando cómo sucedió. 
Él sigue dando la misma respuesta. 
No lo puedes salvar. 
No es que debas salvarlo, ni ayudarlo. No estás para eso. 
Quietecito, sentado a la mesa, ceno. 
Nadie más. Pasa de medianoche. 
No sé por qué está salada la sopa. 
No sé por qué tengo mojadas las mejillas. 
No veo bien por toda esta agua que no sé de dónde sale. 
No escucho bien, alguien está haciendo ruidos, no sé qué le duela. 
Los ruidos vienen de muy cerca, como de mi boca, suben por mis pulmones. O eso parece. 
El cuerpo está muy pesado. Estar afuera lastima. 
Me aterra lidiar con otros. Preferiría no hacerlo. 
Adentro hace frío. Ellos se afligen, no siento empatía. 
Y me cuentas tus problemas y recuerdo que tuve los mismos hace algunos años. 
Después, encontré dolor nuevo. 
La perspectiva se fue ampliando, antes de estrecharse nuevamente. 
Hemos resistido aquí más tiempo que el recomendado. 
También nosotros estamos haciéndole daño al mundo. 

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