Ella dice que está debajo de la piel.
Ella dice que no la puedo conocer.
Ella clama ser espíritu.
Ella acostumbra mentir para alejarnos.
Ha perdido un brazo en la guerra. Ahora usa una prótesis robótica.
Dice que mientras sea funcional no le afecta.
Ahora parece que hasta el aura nos ha afectado.
Aquí estoy, y no me puedes encontrar.
No sin perderte a ti misma.
Así que, cuando desciendas con tus alas doradas envuelta en luz, y me tiendas la mano para que los acompañe hasta allá, yo te miraré con resignación, no levantaré mi mano para que la tomes, sólo suspiraré y ojalá entiendas que no puedo tocarte sin destruirte, sin condenarte, sin corromper la preciosa criatura que eres, y que en tu perfección te debes quedar con ellos, no conmigo. Porque no puedes salvarme. No puedes ayudarme. No sin hundirte en el mismo fango que corre por mis venas.
Cuando llegues con los demás, como una invasión pero benéfica, ya tendré lista la dosis para que sea el amanecer lo último que vea.
Y llegarás puntual, como siempre.
Y te sorprenderás porque siempre supe lo que eras.
Y ojalá lo entiendas.
Y ojalá no te quedes para ver el fin conmigo.
Y si consideras ésto egoísta, esa es tu opinión. Y no puedo hacer otra cosa que no sea saludable sino respetarla.
Y me iré con el olor de pan recién horneado, brisa fresca de plantas, el siseo de los árboles vecinos, y los retumbos lejanos de explosiones de ciudades.
Corre por mis venas, me envenena lentamente. Y no lo disfruto, no lo sufro, lo padezco.
Y se hace pesado con la luz de sol. Con el aire. Con el afecto. Con las palabras de aliento. Con los desánimos.
No haces algo para mejorarlo. Tampoco lo empeoras. Sólo me acompañas.
Guardas mi juicio en tus enunciados y no lo sabías.
No recuerdas cuando me lo prometiste, o quizá también eso lo soñé.
No hará diferencia cuando vuelva a encontrar mi camino.
Aquí está el cuchillo, y no sé cómo usarlo.
No es ésta una crítica social, no sabría cómo empezar.
No sabría cómo terminar. No tengo frases legítimas para convencerte, porque no tengo algo válido que pese suficiente.
Sólo me queda el presente, porque el pasado se volvió una referencia inútil de fracasos acumulados o victorias a medias, como sobrevivir, y por el contrario el futuro es inasequible, inconsecuencial, indiscernible.
No tengo tanto cerebro para descifrarlo.
Vas a ver mis ojos. Vas a ver cómo sangro por dentro y querrás aliviarme.
Pero no estás aquí para salvarlo.
No estás aquí para detenerlo. Sólo me acompañas. Y a veces ni eso te permito.
No vas a llegar al centro, donde está la pureza con la que fantaseo regresar.
Antes de subir las cortinas de metal, que por cierto son eléctricas, se escuchó que se abría y cerraba una puerta, lo más probable es que fue la del callejón.
Entonces se subieron dando paso a un espectáculo de horror digno de una película de ficción de una mente enferma y violentada: diez o veinte o treinta cuerpos de hombres y mujeres boca abajo, empalados, abiertos verticalmente por la mitad del pecho, exponiendo las costillas sin órganos internos, como preparados para comida, sin manos ni pies incluso, como hacen en ese restaurante donde se masacra sin miramientos a tantos mamíferos.
El espectáculo no era muy diferente de lo que cada fin de semana se exponía ahí, casi con orgullo. Sin embargo de alguna forma el impacto visual se generaba porque las cabezas ésta vez eran de humanos. Como si hiciera alguna diferencia comerse a uno o a otro. Y un cartel que leía "CARNÍVORO".
"Asesinato" lo llamaron, cuando normalmente si lo hacen con otras especies lo llaman "comercio". Quizá si el perpetrador no hubiera dejado las cabezas, se habrían comido los cuerpos pensando que era cabrito.
Me da mucho asco la humanidad. Por eso se están ganando su extinción.
A nivel molecular, no soy tan diferente de ellos como lo soy de una estrella azul.
Ya no quiero tocar el suelo con los pies desnudos.
Ya no quiero sublimarme en brisa roja con olor a óxido.
Ya no quiero seguir consumiéndolos para sobrevivir.
Comí mundo, y fue suficiente.
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