6, El fin


Ishigo Ishimaru, estás mal de la cabeza; imagen 6

octubre 09, 2020

( 1 ) Ruptura.

Estoy hueco, y sin ser superficial. Lleno de agua, donde se ahogan ratones. Moscas. Cucarachas. Venados. Claveles. Jícamas. Betabeles.
 
Me gusta gastar dinero y tener cosas, aunque no las use. Aunque no las necesite.
No las necesito, necesito muy poco.
Oxígeno, vestido, alimento, refugio, aseo. No en ese orden, excepto el oxígeno, que me está matando lentamente.
Luego llego a casa, donde están mis cosas, y me gusta verlas.
Antes me deprimía porque no tenía. Ahora puedo deprimirme entre todo esto. Plástico, electrónicos, libros, madera, metal.
Me hundo en mi cama rodeado de 141 películas para ver, 394 juegos para jugar, 241 discos de música que no he escuchado, más de la mitad ni he abierto. La ansiedad no se va a ir, no'más se calma. Me empujo todos los días como hacía antes, pero ahora puedo llegar mi cuarto y ver mis cosas, eso me hace sonreír. ¿Te cuento de las series? Bromeo con que tengo capítulos para ver un par de meses contínuamente.
Me hundo en mi cama porque a veces sólo quiero dormir. Cerrar los ojos y desaparecer. Que se borre todo registro de que alguna vez existí.
Todo lo demás son muletas en las que gasto energía, cuando tengo una poca. Muletas para seguir avanzando, para aprender, para entretenerme(porque rara vez me divierto), para atravesar las cosas, si no superarlas.
Recibo la paquetería, emoción intensa pero fugaz por la novedad.
Pero sigo cansado.
 
Sólo estoy perdiendo el tiempo en el trabajo, escuchando y tratando de entender.
Procesos. Agua fría. Bebo agua de los floreros cuando nadie ve, porque tienen aspirinas disueltas. Limo en mi garganta, esporas en mis pulmones, más en el derecho.
Por eso no me sorprendo cuando renuncian, no me sorprendí cuando saltan desde la ventana a la banqueta y se convierten en manchas de sangre y piel, huesos estallados, órganos reventados.
No me sorprendo de mi aumento de sueldo, aumento de puesto, aumento de responsabilidad y de angustia, no me sorprende el luto de los demás.
Yo guardo luto por el tiempo perdido, por el sentido del gusto que sacrifiqué al estar con... Aquí no van nombres, no hay dedicatoria, esta rabia como combustión lenta no tiene destino, sólo origen, se consume a sí misma, y se mimetiza como cáncer.
Por eso, si ofendo, realmente no quiero hacerlo, no hay culpables, sino el que sostiene el cuchillo. El que lo empujó, el que al final piensa "pobre de mí", mentalidad de víctima.
 
concluirá...
 
No vales mi tiempo, puta.


Sí, a veces tengo frases y no sé cómo acomodarlas, o cómo escribirles alrededor para que tenga sentido. Una pizca de mostaza para que se activen las papilas gustativas. Esa de arriba es una bastante molesta, por lo ofensiva que es, y porque no sé cómo voy a llegar a eso, como es que la metáfora, o la literalidad, o el agua donde se ahogan cucarachas y venados lleva a llamarle puta a alguien.
Pero agua hervida de tu cabello, de agua mineral de río, y sopa de carne de mujeres, para desayunar en mi cabaña, estaciones enteras, ermitañándome, nos llevará eventualmente.  

Mejor dicho yo no valgo tu tiempo, no te lo podría pagar. Ni me interesa. De todos modos, es mucho dinero que no tengo, ganas que no tengo, intención que no tengo, que nunca tuve, que no tendré. Ni a golpes.
Intención que nunca tendré, arrepentimiento que sabe a miel. Dos cucharadas para endulzar el agua de cabello.
 
Sal de grano, y ya estamos cocinando carne otra vez. De animal, de insecto, de vegetal, de persona. Pero removamos los dientes porque es molesto el golpe diente con diente, algunas veces se quebran. Pensé que no lo haría. Como dije, no tengo la intención. A veces quebro mis muletas también para construirme otras, más resistentes. Y a veces me pongo el pie yo mismo porque mi vida no es divertida, o quizá lo es para los demás. Agua de betabel, agua de venado. Cucarachas ahogadas, ponemos a hervir.
Agua mineral que corre debajo de la cabaña, humo sale de la chimenea por nuestro cocinar.
Pensé que no lo haría, casi me lo ordené a mí mismo, pero míranos, ya tenemos ambas manos adentro de un cuerpo sin vida otra vez, invadiendo piel, palpando órganos, sangre detenida, carmín hasta los codos.
El arrepentimiento me sabe a miel, dos cucharadas, y ya me puedo tomar el té.
 
No chorrea hasta el piso, no gotea fuera de la mesa. Eso implicaría desorden, y no somos así. Implicaría carencia de control.
 
La cabaña se derrumba, construyo otra.
No vuelvo a la realidad. La realidad no tiene nada qué ofrecerme.
No regreso a la realidad. Nunca fui su realidad. Ni fui un ideal, porque no tengo esas partes, no estoy construido así.
 
Estoy esperando el accidente, para poder pretextar y liberarme. Derrumbar el retén y quitarme filtros.
Mi tiempo es muy caro, por eso dije al principio lo que dije, y quise decirlo, aunque no quise lastimar, dejó de ser mi problema cuando las palabras salieron de mi boca. Sentí alivio, causó pesar. Hay consecuencia, sostengo el cuchillo, lo guardo con paciencia para cuando llegue el momento, y lo uses contra mí.
Pasó un tiempo, desde entonces. Cuando ya no quise estar contigo, fue un momento, fue después de mi momento de irme, cuando dicen otros que debo quedarme y luchar, ¿luchar para qué? Ya no quería eso, ni estar ahí, ni estar contigo. Mi tiempo es caro, y si no me divierto, si no me entretienes siquiera, no me sirves.
Esta rabia es porque me quedé más tiempo, porque perdí suficiente para arrepentirme, de no detenerte antes, de no detenernos, detener esto.
 
Guardo tu cuerpo bajo otro cuerpo.
Guardo su cuerpo en un costal.
Las navajas no se deslizan igual ante carne inmóvil, los filos extrañan esa resistencia y tensión de músculos sorprendidos ante la repentina invasión de metal. Los guantes extrañan la salpicadura.

(Texto 60 de 2019, terminándolo en 2020)